LA NACION

La popular ópera de Giuseppe Verdi, que aquí convocó en las dos funciones a alrededor de 60.000

Un escenario de 45 metros de boca y 20 de alto, dividido en tres niveles, y detrás, una pantalla de 60 metros de ancho. A los costados, dos torres de 32 metros de altura con luces. Sonido digital de última generación y un sistema de proyección de imágenes controladas por láser, todo supervisado por un equipo de 240 técnicos.
Lo que podría ser la descripción de la poderosa infraestructura necesaria para realizar un concierto de algún grupo de rock es parte del arsenal que puso en movimiento la compañía española Operama en su puesta en escena de “Aída”, en el Estadio Nacional de esta ciudad. Y no fue lo único. La popular ópera de Giuseppe Verdi, que aquí convocó en las dos funciones a alrededor de 60.000 personas, involucró, además, a 500 extras en escena, cuerpos de ballet, coro y orquesta completos, más el reparto de solistas.
Es evidente que, en la actualidad, las más diversas manifestaciones del espectáculo y de la cultura se llevan a cabo en espacios abiertos, como los parques, plazas y estadios de fútbol. Por supuesto, un género como la ópera tampoco podía estar ausente de esta tendencia. Precisamente, el director italiano Maestro Giuseppe Raffa ofrece con su compañía los títulos más populares del género lírico con una respuesta de público considerable: 2.000.000 de espectadores en mas de veinte años.
Versión amplificada
Como ocurre en cada nueva ciudad a la que arriban, más allá de las dudas y resquemores de los puristas, la respuesta del público es masiva. Llegar al Estadio Nacional de Jamor, ubicado en las afueras de Lisboa, fue una odisea las dos noches, debido al congestionamiento de tránsito ocasionado por la gente que pugnaba por llegar hasta allí. ¿De qué se trata la propuesta de Operama? Es ni más ni menos que la puesta en escena de una ópera, pero adaptada a dimensiones monumentales, para que pueda ser disfrutada _como aquí_ desde los alrededor de 100 metros que había entre la última fila de las tribunas y el escenario.
El concepto básico empleado es el de la amplificación, tanto sonora como visual. Y, dejando de lado el análisis con respecto a las decisiones estéticas, se debe reconocer que el trabajo de la gente de Operama es realmente profesional.
La amplificación visual de las óperas que montan se basan en dos criterios complementarios. Por un lado, para las escenas de masas, como la del triunfo en “Aída”, no se andan con chiquitas. Sobre el escenario, además de los protagonistas, 500 extras integran una verdadera multitud que celebra la victoria de sus soldados sobre los etíopes.
Pero, a la par de esta marea humana, Operama tiene su punto fuerte en las imágenes que proyectan sobre el escenario y una pantalla, cubriendo una superficie total de 60 metros de ancho por 25 de alto. No es éste un sistema de proyección común y corriente, pues permite la sucesión de imágenes abstractas con pirámides de tamaño natural y que pueden estar tanto fijas como en movimiento, sin perder nunca nitidez ni visibilidad desde ninguna sector de la cancha.
Para que los artistas que estén sobre el escenario no queden tapados por las proyecciones, dos parrillas laterales con luces blancas (seguidores), anulan ese efecto y permiten sacar a las figuras humanas del fondo virtual.
También es muy bueno y novedoso el sistema de amplificación de sonido. Ubicados detrás de la tela, una decena de amplificadores distribuyen espacialmente el sonido digital que reciben de la consola. Cuando los cantantes se desplazan a lo largo de la escena el sonido “acompaña” el movimiento a través de la fila de parlantes.
Sin distorsiones
Los excelentes micrófonos y amplificadores permiten escuchar en forma nítida y sin distorsión, tanto a la orquesta como al coro y a los solistas en cualquier lugar del estadio. El sistema es tan bueno que permite comprobar el rendimiento de los cantantes y de la orquesta.
Otro acierto de esta producción es ubicar al coro afuera de la escena, en un recinto especial: amplificar tantas voces, al aire libre y con movimiento, es un riesgo innecesario, ya que después de los 30 metros no se ven las bocas de los figurantes. Los directores tienen, eso sí, que aprender a dirigir a los coreutas realizando sus gestos a una cámara que los enfoca en el foso de la orquesta, un experiencia novedosa como comentò Giuseppe Raffa, el músico y empresario italiano encargado de la dirección musical y artistica de “Aída”.
Verdi, agradecido
Al día siguiente de las funciones y con el verano instalado definitivamente en Lisboa (34 grados al mediodía), Giuseppe Raffa, director de la compañía, se presta a un diálogo franco y sincero acerca de su proyecto. Raffa, que continúa dirigiendo ópera en teatros, asegura que la propuesta de Operama supone un mercado diferente al tradicional. “Queremos concebir una ópera más popular y más espectacular”, plantea el director italiano con entusiasmo y combinando el castellano con su idioma natal. Los teatros, según Raffa, son hoy una barrera para mucha gente que podría acercarse a la ópera. “La gente no va, tiene miedo. En un teatro se encuentra con fanáticos de la ópera, que se quejan por el Si bemol del tenor y él, que no entiende sobre eso, se siente inferior. En cambio, en un estadio, donde está acostumbrado a ver fútbol o basquet va, porque sabe que no encuentra ese problema, se relaja y gusta del espectáculo, no pensando que deben entender todo el contexto, ni ser especialista”.
Escenografías monumentales, grandes movimientos de masas, todo esto, asegura Raffa, les habría encantado poder llevarlo a cabo a compositores como Verdi o Puccini. Raffa enumera: “Puccini en Butterfly pide en la procesión 60 o 70 personas. El arribo de Pinkerton se supone que es en el puerto, con la armada norteamericana detrás. Esto nunca se hizo en un teatro. También Verdi pide en el triunfo 400 soldados -continúa Raffa-. Lo imaginaba, pero nunca fue posible”. Para defender sus ideas, el director analiza la escena del triunfo en “Aída”: “Son 24 minutos de música, que si lo haces en un teatrito de ocho metros por seis es como un perro que se muerde la cola 25 veces. Verdi pensaba musicalmente esta escena como un triunfo que llegaba de lejos”.
Para que no queden dudas sobre sus convicciones, Raffa cita los testimonios escritos del compositor de “Aída”, como prueba del interés que ponía en tener más y mejor tecnología para mejorar sus melodramas y recordar que fue resistido en su época “porque decían que destruía la musicalidad y él había inventado el melodrama, que es teatro adentro de la música”.
_Entonces, si lo pudiera consultar a Verdi sobre su propuesta, ¿usted diría que la aprobaría con gusto?
_El pedía tecnología: esto se puede ver en los pedidos constantes que hacía en sus cartas a los productores y amigos. No creo que esto no le hubiera gustado.
Tridimensionales
Está claro que, pasados años de su creación, emprendimientos como Operama llegaron para quedarse. Y ofrecen horizontes impensados. Raffa, se entusiasma como un chico con la posibilidad, ya cercana, de tener proyecciones tridimensionales. Comenta además que el permanente avance tecnológico del sistema de imágenes es palpable función tras función. “Por ejemplo el scrolling (movimiento lateral de imágenes fijas) aquí en Lisboa se utilizó en un 10 por ciento. En Amsterdam llegaremos a un 20. “La palabra es inventar”, dice de este sistema que, como toda tecnología nueva, requerirá de un tiempo para darse su propio lenguaje. De hecho, hay ya un juego estético que permite este sistema. “De base tenemos una serie de proyecciones que son de coberturas. La idea no es mover a la gente, pero sí hacerla aparecer y desaparecer. La gente se mueve y uno no se da cuenta”, comenta revelando uno de los muchos secretos que Operama.
Números cantados
 800 personas entran en acción en los momentos culminantes.
 60 metros de ancho tiene la pantalla donde se proyectan las imágenes; el escenario tiene 45 metros de boca, dividido en tres niveles; 32 metros de alto tienen las torres laterales.
 100.000 litros de agua, distribuidos en piletas de lona, sirven de contrapeso para que la estructura no se transforme en una gigantesca vela.