AIDA
SEVILLE
AIDA AUDITORIUM DE LA CARTUJA SEVILLA
In SEVILLE, three performances were presented at the Auditorium De la Turtuja. A great international cast that performed in front of more than 60,000 spectators over two consecutive evening performances.
ARTISTIC CAST
- CONDUCTOR | GIUSEPPE RAFFA
- DIRECTOR | OPERAMA TEAM
- SCENOGRAPHY | ANTONIO MASTROMATTEI
- COSTUME DESIGN | RUGGERO VETRANI
- COREOGRAPHY | BRYDON PAIGE
- NATIONAL ORCHESTRA OF THE CZECH REPUBLIC
- PRAHA STATE OPERA BALLETT
- AIDA | ANNA VALDETARRA / PATRIZIA REMONDINI
- RADAMES | PIERO GIULIACCI
- AMONASRO | WALTER DONATI
- AMNERIS | MARGOZATA WALWSKA
- RAMPHIS | NICOLA GHIUSELEV
- RE | LUIGI RONI
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Crítica de Música
Faraónica « Aida » en el auditorio
El Operama de Raffa preserva los valores musicales de Verdi
Auditorio de la Cartuja: 23 mayo 1997. « Aida », de G. Verdi. Operama concebido por Giuseppe Raffa. Anna Valdetarra, Piero Giuliacci, Margozata Walewska, Walter Donati, Luigi Roni, Pedro Farrés, Leslie Tosi-Poleri y Pedro López Castillejo. Director escénico: Paolo Micciché. Coreografía: Brydon Paige. Orquesta y coro de Operama, Timisoara. Ballet de Operama, Madrid. Dirección musical: Emir Saúl.
A la salida del Auditorio, al final de la función, una gran mujer que trabaja como subalterno en un importante organismo oficial, me expresó lo siguiente: «Mi hijo ha salido de arquero. Yo nunca había asistido a una ópera y me ha parecido algo maravilloso». Sin pretenderlo, me estaba dando la clave de los términos en los que hay que valorar esta « Aída. Operama Spectacular by Giuseppe Raffa », como figura en el programa de mano con el lema «Opera para el pueblo, aunque no a precios populares. Es mucho el coste y nula la subvención oficial.
Pero hay algo claro: el viernes el Auditorio se llenó y lo mismo se esperaba para el sábado. Se hablaba de 4.000 0 5.000 personas que soportaron el relente de la noche para presenciar una producción espectacular, auténticamente faraónica, en la que intervienen 1.200 personas y que llega a movilizar sobre el escenario a varios centenares de figurantes, solistas, orquesta en el foso y un coro que canta, dirigido desde el pódium por cámara y monitor, desde la antigua sala VIP del Auditorio.Todo, pues, a lo grande, sin regatear un duro en aras de la espectacularidad de la función. La experiencia no es nueva en la Cartuja, con tres temporadas -y la cuarta que se anuncia- de Opera al Aire Libre a cargo de la Opera de Plovdiv, con menos soporte financiero, pero con excelentes resultados artísticos.
No entro a analizar el por qué justamente la ópera más intimista de Verdi, una auténtica creación lírica de cámara, como es «Aída», sea justamente la que más se ha prestado a este tipo de representaciones. Los casos de la Arena de Verona y de las Termas de Caracalla, con elefantes y camellos incluidos (y por fortuna ausentes en el Operama de Raffa) son buena prueba de lo dicho. Dos grandiosas y antológicas escenas, la de la proclamación de Radamés como general del ejército egipcio y la de la popular «Marcha Triunfal» justifican este habitual y aparatoso despliegue, aparte de los tres obligados ballets del primero y segundo acto. Pues bien; da la impresión de que Raffa concibe y programa todo su grandilocuente audio-visual en función de los dos cuadros referidos, realmente impactantes por su grandiosidad escénica y despliegue de recursos humanos y técnicos.
La fórmula no es muy complicada. La clave reside en la inmensidad del escenario y el elevado número de artistas y figurantes que intervienen en la función. Porque los elementos estáticos de la escenografía son muy simples. La carpintería efímera del decorado, todo de color blanco, se reduce a lo largo de Los cuatro actos (hubo un solo descanso central) a una sección o cuerpo de traza triangular o trapezoidal, según casos, en función del desplazamiento lateral de triángulos móviles, que se encuentra adosado a unas gradas de considerable altura igualmente de clara configuración piramidal, en clara alusión a la arquitectura faraónica. La novedad del montaje reside precisamente en la hábil combinación de decorado fijo y proyección de numerosas transparencias con motivos alusivos al arte del Egipto de los faraones. A veces el resultado de esta superposición, que crea originales ambientes, es muy bello, como el caso de la citada escena de la marcha triunfal, a lo que se añade una inteligente distribución de la masa de figurantes, riquísimo cromatismo, excelente cuerpo de baile y vestuario suntuoso de bastante fidelidad histórica. Pero hay escenas marcadas por la horterada, como las infantiles proyecciones del inicio del tercer acto, en las orillas del Nilo, o el horrible colorido de la escena final de la mastaba, que más que tumba final de los amantes parecía un club de alterne, con perdón. Pero el balance es original y atractivo. Al público le gustó.
La sorpresa para mí, porque no me lo esperaba, fue el alto nivel musical y, sobre todo, vocal de la representación. Desgraciadamente, el sonido llegó con frecuencia saturado al espectador, con exceso de decibelios. Los búlgaros de Plovid consiguen un sonido más natural. En el foso había una gran orquesta de serios profesionales comandada por la batuta ágil y algo nerviosa de Emir Saúl. Espléndido igualmente el escondido coro, con cerca de ochenta voces. Y solistas de primera. Portentosa vocal y escénicamente la Amneris de Margozata Waleska, la máxima triunfadora de la noche. Esa mujer sería un lujo en cualquier gran escenario del mundo. Muy alto nivel también el de Anna Valdetarra como Aída, de timbre algo metalizado, pero filando y apianando a la una de la madrugada al aire libre a orillas del Guadalquivir. Me agradó muchísimo también el Radamés de Piero Giuliacci, con aspecto de tenor wagneriano, registro algo abaritonado, voz de gran cuerpo, y color que recuerda al primer Pavarotti, defendiendo con seguridad sus agudos. Conectìsimos el Amonasro de Walter Donati, un buen barítono lírico cuya voz ganaría sin amplificación, y los dos bajos de la ópera, el Ramfis de Luigi Roni y el Faraón de nuestro Pedro Farrés, ambos de voz muy solemne y con la gravedad requerida para dar vida a sus personajes, al igual que Leslie Toso como sacerdotisa y la revelación del gran Pedro López Castillejo como mensajero.
Resumo: Opera muy espectacular, muy a lo Cecil B. De Mille. Pero, sobre todo, un Verdi muy reconocible, musical y vocalmente espléndidamente servido. Y eso es importante en un obra maestra como «Aída». Al final, muchos aplausos, a pesar del frío y de la hora.